Los hinchas de Colo Colo pasaron las fiestas de fin de año esperando una sorpresa. Idealmente, el anuncio del arribo de una figura que les permitiera ilusionarse con ver al Cacique compitiendo a la par con los mejores equipos del continente. La necesidad, por cierto, existe: los albos deben conformar un plantel competitivo si pretenden superar a Godoy Cruz en la segunda fase de la Copa Libertadores y llegar a la etapa de grupos. A la última ingresan los más poderosos. Y desde ahí empiezan a repartirse jugosos recursos que son claves para el funcionamiento institucional. La realidad es que el Cacique partió a Uruguay para realizar la pretemporada sin incorporaciones.
Jorge Almirón llegó a Macul con el objetivo de reposicionar a los albos entre los protagonistas de la región. El técnico argentino arriba con un cartel imponente: fue finalista de la última edición del torneo de clubes más importante del continente con Boca Juniors. En la definición, los xeneizes se inclinaron ante el Fluminense, de Brasil. Sin embargo, para cumplirlo, necesita de soportes que le den firmeza a una estructura que el año pasado ni siquiera alcanzó para reeditar el título nacional. A nivel foráneo, el fracaso fue estrepitoso: los albos no superaron la fase grupal en la Copa y en la Sudamericana fueron humillados por el América Mineiro, entonces colista del Brasileirao.
Un diagnóstico claro
Si, al margen de su capacidad y currículo, hubo algo de Almirón que sorprendió a Blanco y Negro fue el amplio conocimiento que tenía de los jugadores con que contaría en el Cacique. La información que manejaba el DT era relativamente reciente, pues a mediados de 2023 los enfrentó dos veces, desde la banca xeneize. En ambas ocasiones, sacó provecho de las debilidades de la escuadra que entonces dirigía Gustavo Quinteros, a la que venció en el Monumental y en La Bombonera por el mismo marcador: 2-0.
De esos duelos, y de los que pudo observar después, cuando Quinteros partió y se iniciaron las negociaciones para que terminara asumiendo el cargo que dejaba vacante el ahora técnico de Vélez Sarsfield, Almirón extrajo conclusiones decidoras: a los albos les faltaba solidez y eficiencia en puestos claves en todas las zonas del campo de juego, aunque, en principio, la base con la que cuentan le permite optimizar recursos. Las carencias más evidentes están en la zona ofensiva. En el último plano, por ejemplo, como técnico de Boca se vio beneficiado por la impericia de Damián Pizarro, que en Macul tuvo dos claras ocasiones de gol que pudieron haberle cambiado el trámite al partido. En Buenos Aires, el Cacique tampoco supo sacarle partido a momentos en que, al menos, ofreció una buena imagen futbolística. El ariete seguirá en el equipo hasta mediados de año. Luego partirá al Udinese.
En Macul apuestan, otra vez, porque Leandro Benegas, quien llegó como fichaje el año pasado, eleve su rendimiento. Y también a que Darío Lezcano justifique su condición de sueldo más alto del plantel. El paraguayo, al menos, luce una mejor condición física que el año pasado, una muestra del compromiso por responder a su cartel o, cuando menos, de asegurar un puesto en el equipo. Volvió Cristián Zavala, quien descendió con Curicó Unido.
Más necesidades
En la mitad del campo, la conclusión es que a la escuadra popular le llora un jugador capaz de generar ocasiones ofensivas claras. Leonardo Gil, de hecho, pagó el costo de pasarse a esa labor cuando su especialidad es desempeñarse algunos metros más atrás, con la cancha de frente y sin la presión del volante defensivo rival encima. La decisión de Quinteros le ha costado la lejanía de los hinchas. Apenas arribó Almirón, desde Argentina surgió la versión de que el estratega pretendía a Jabes Saralegui, de 20 años, volante ofensivo a quien conoció en Boca. Sin embargo, ese eventual interés no se ha traducido en gestiones concretas. Hubo sondeos por Luciano Cabral, que no prosperaron.
En la misma zona, aunque en una función distinta aparece la opción de Arturo Vidal. El retorno del Rey, a quien Almirón ya quiso en Boca, no convence a todos. De hecho, la opción de negociar con él fue aprobada divididamente en el directorio de Blanco y Negro. El entrenador, eso sí, dio un paso clave: fue a Juan Pinto Durán a acercarse al ex mediocampista del Barcelona y el Inter, entre otros clubes. En ese contexto, Vidal postergó el interés del América de Cali. El mediocampista ya le había realizado un guiño. “Es máquina”, dijo, en su estilo, respecto del DT.
En la defensa, en tanto, la única señal fue parecida a la que se dio respecto de Saralegui: que las miradas estaban puestas en el juvenil xeneize Aaron Anselmino, otra promesa a la que Quinteros avala. Tampoco ha habido avances al respecto. El puesto, de todas formas, está bien cubierto: Alan Saldivia y Emiliano Amor parten con ventaja. La situación de Maximiliano Falcón es más difusa: el uruguayo, amado por los hinchas, se transformó en un personaje incómodo para Blanco y Negro por sus críticas previas a la disputa de la Supercopa. En su caso, una salida conveniente no es mal vista. Además, liberaría un cupo para un jugador foráneo.
En esa demarcación, al menos, Almirón recibió una señal tranquilizadora: Blanco y Negro consiguió la extensión del préstamo de Erick Wiemberg, quien se consolidó el año pasado. Eso sí, espera noticias respecto de una eventual partida de Brayan Cortés, quien interesa a Vélez Sarsfield y Boca Juniors. Los albos pretenden retenerlo mejorándole sus condiciones salariales.
Original de La Tercera
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