Hasta ahora, el día más importante de la Selección Chilena femenina adulta fue el 22 de abril de 2018. En aquella jornada, y en medio del fervor que las jugadoras generaron en el estadio La Portada de La Serena y en el resto del país, el equipo nacional clasificó al Mundial de Francia 2019, el máximo logro obtenido por el representativo de mujeres en toda su historia. De manera coincidente, la gesta se dio justo en un año en que las reivindicaciones de género tomaron más fuerza que nunca, en donde -por ejemplo- emergieron las denominadas «tomas feministas» en diferentes casas de estudios superiores en todo Chile. Y aunque ya han pasado varios meses de aquella inolvidable tarde de domingo, el interés por seguir el derrotero de las dirigidas por José Letelier no ha decaído.
Para muchos, esta clasificación a Francia 2019 (y la posibilidad, además, de disputar un repechaje olímpico) fue fruto de un «proceso» que se inició hace una década, en 2008, en el contexto del Mundial Sub 20 que se disputó en nuestro país. El argumento fue sencillo: hubo varias jugadoras que se repitieron en ambas oportunidades. Sin embargo, lo cierto es que la historia de la Selección Chilena femenina -con todas sus carencias, penurias económicas pero con la misma pasión dentro de la cancha- partió mucho antes de la epopeya. En rigor, comenzó hace exactamente 27 años, momento en que se formó el primer equipo nacional de la historia.
Lo que viene a continuación es un resumen de cómo partió la «Roja» femenina.
Portada de «La batalla de las pioneras»
Desde cero. Y no es metáfora
La FIFA había resuelto que China 1991 fuese el primer Mundial femenino de la historia. Para Sudamérica existía sólo un cupo disponible, el que debía dirimirse en el Sudamericano 1991 que se disputó en Brasil. En realidad, se trató de un triangular que contó con el representativo local, Venezuela y Chile. De acuerdo a los medios de la época, la presencia de Abel Alonso (presidente de la ANFP) en el comité de fútbol femenino de la FIFA influyó para que nuestro país participase en el certamen clasificatorio que inauguró el fútbol femenino a nivel de selecciones en el Cono Sur.
El problema, eso sí, radicaba en que en nuestro país no existía una Selección Chilena de fútbol femenino. Por ello, había que armarla contra el tiempo y desde cero. Esto último, por cierto, no fue una metáfora.
El responsable de crear esta nueva Selección Chilena femenina fue el fallecido Bernardo Bello, quien comenzó con el trabajo en febrero de 1991.
¿Pero se imagina a ‘Toto’ Berizzo convocando a una prueba masiva para integrar la «Roja» masculina? ¿O aprovechando la aparición en un diario para decir «estamos armando la Selección Chilena, venga a probarse»? Bueno, eso ocurrió en este caso. Como no existía ningún campeonato unificado de primera división, el entrenador debió utilizar diferentes recursos para captar a las jugadoras. Entre ellos, las pruebas masivas de jugadoras en el Complejo Deportivo Quilín, mensajes a través de los diarios de ese tiempo, y la búsqueda de datos de potenciales seleccionadas con otros técnicos en diferentes partes del país.
Bernardo Bello fue el técnico de la primera Selección Chilena femenina de la historia
A partir de febrero de ese año, según estimaciones del cuerpo técnico de la época se probaron en total unas 400 mujeres, una cifra que obligó a realizar varios «cortes» antes de llegar al plantel definitivo de 18 jugadoras que viajó a Brasil.
Imagen del lanzamiento del libro. De izquierda a derecha: Ximena Alburquenque (jugadora 1991), Grace Lazcano (periodista), Ada Cruz (jugadora 1991), Rodrigo Retamal (autor), Bella Lemus (capitana 1991), Vilma Abarca (jugadora 1991), Patricia Hermida (jugadora 1991) y Viviana Inostroza (jugadora 1991). Agachada: Isabel Berríos (jugadora 1991). Foto: Trayacto Comunicaciones.
En el libro «La batalla de las pioneras», la capitana de aquel equipo que jugó el Sudamericano, Bella Lemus, reflexionó sobre esta primera «Roja»: «el fútbol femenino a nivel de selección nació con este grupo de mujeres que fueron al llamado de una selección que, pese a todos los tropiezos y necesidades básicas, lo dieron todo por estar. Y que no quepa duda de que todas las que jugamos tratamos de dar lo mejor de cada una».
Por aquellos años, la mujer jugando al fútbol no era una figura completamente aceptada. De hecho, esta fue la época en que «brilló» el mal chiste de que lo «mejor» de un partido de fútbol femenino era el final del partido, ya que ahí se producía el cambio de camisetas. Si bien la «Roja» se preparó para el Sudamericano de 1991 en canchas de césped, la realidad señalaba que, en reiteradas oportunidades, las mujeres debían utilizar canchas de tierra, ya que las empastadas eran prioridad para los hombres.
E incluso, como si todo esto fuera poco, en la prensa de la época especializada en fútbol se escribieron columnas poco amigables con el fútbol femenino, tildándolo incluso como «humorada».
«Nosotras bailamos con la fea, se nos tildó de mala manera, nos ‘comimos’ muchas cosas. Muchas veces teníamos que aguantar las burlas de los hombres, que el cambio de las camisetas, que si una jugadora era muy buena ‘no era mujer es hombre’, que éramos ‘marimachos’… un montón de situaciones y de humillaciones que nosotras nos ganamos para –valga la redundancia- ganarnos el respeto y un lugar en el deporte nacional», expresó en el libro la seleccionada Fabiola Ramírez.
Agregó: «Y sin ser altanera ni nada, nosotras fuimos las que abrimos camino para que el fútbol femenino fuera tomado en cuenta, para que se viera de mejor manera».
Todos los detalles de este proceso pionero -y las historias de aquel viaje al Sudamericano de Brasil- están relatados en el libro «La batalla de las pioneras: crónica de la primera Selección Chilena femenina y del difícil camino de las mujeres en el mundo», escrito por el periodista de La Tercera Rodrigo Retamal, y editado por Trayecto Comunicaciones.
@EstudioEstadio
En Estudio Estadio: Inicio, desarrollo y auge del fútbol femenino en Chile. Un espacio que llega a sus hogares gracias al financiamiento del Fondo de Fomento de Medios de Comunicación Social del Gobierno de Chile y del Consejo Regional.