Cristian Paulucci se mueve de un lado a otro. Después se sienta y manotea. La UC no encuentra el nivel que se le reclama y, con seguridad, que también pretende del estratega. Avanzan los minutos del partido frente a Sporting Cristal y las respuestas futbolísticas escasean. La UC está en ventaja por la cuenta mínima, gracias a un bombazo de Marcelino Núñez en los minutos adicionales de la primera fracción. Un remate de ensueño que, hasta ahí, vale la primera victoria del tetracampeón en la actual edición de la Copa Libertadores, pero que apenas alcanza para maquillar el discreto nivel que siguen mostrando los cruzados. Los de la franja sufrían y, para colmo, llegaría un mazazo. Nelson Loyola, en los 73′, marcaba la igualdad. San Carlos enmudece.
Pero faltaba más. Una ayuda. Una mano para salir de los problemas. Y llegó sobre el final. El peruano Percy Liza comete una mano. Es discutible para todos, menos para le el juez Leodán González. La cobra Fernando Zampedri. La UC se pone 2-1 y se desahoga.
A la UC le sigue costando encontrar su esencia. O la que se empieza a transformar en un lejano recuerdo. Ya no es lo suficiente dinámica ni tampoco lo necesariamente eficiente con el balón en los pies. Le falta lucidez en la mitad de la cancha y, en una mirada general, le sigue penando la ausencia de un plan alternativo cuando el rival encuentra las claves para neutralizarle el original. Así de fácil se explica el empate.
Sporting Cristal, de hecho, estuvo lejos de resignarse. El descanso les sirvió a los peruanos para asimilar el golpe que significó el gol de Núñez y para reaccionar. Y se mantuvo fiel a un libreto que parecía bien aprendido. Cristopher Gonzales y Percy Liza siguieron haciendo de las suyas y generando un silencio incómodo en el recinto preocordillerano. Tal era la inquietud que Paulucci terminó sacando del campo a Diego Valencia para incluir a Tomás Asta-buruaga. Había que asegurar lo poco que había.
Primer tiempo de espanto
La primera etapa ya había dado señales para mantener la preocupación respecto del nivel del tetracampeón chileno. A la UC le costó varios minutos encontrarse en el campo de juego. La escuadra peruana optó por una apuesta arriesgada, pero efectiva. Ejerció una presión alta que obligaba al equipo de Paulucci a recurrir a la opción que más le incomoda: intentar generar fútbol ofensivo desde los defensores, saltándose el mediocampo, a punta de balonazos largos. Por momentos, el cuadro cervecero ganó en ambos sentidos: por un lado lograba recuperar el balón rápidamente y hasta tuvo un par de opciones para inquietar al meta cruzado Sebastián Pérez. Por otro, impedía que el equipo anfitrión llegara con el volumen ofensivo que necesitaba para marcar diferencias.
Aunque tuvo una llegada en los 3′, un centro de Gonzalo Tapia que Diego Valencia no logró conectar, lo concreto es que después de esa incidencia aislada, la UC no controló ni el balón ni el partido de acuerdo a las obligaciones que, habitualmente, se se les asignan a los dueños de casa en los partidos coperos. En sentido contrario, lo cierto es que a los de la franja se les vio incómodos e inseguros, quizás por efecto de la inestable temporada que están cumpliendo como dueños de casa. Al equipo peruano le bastó posicionarse bien en el sector medio y esperar errores. Y llegaron. En los 10′, por ejemplo, el ex colocolino Cristopher Gonzales se animó a disparar de frente al arco estudiantil, aunque desviado. Y seis minutos después, fue Irven Ávila quien aprovechó un yerro de Marcelino Núñez para rematar, otra vez con seria opción de gol.
La UC vino a crecer recién pasados los 20 minutos. Un centro de Felipe Gutiérrez por el sector derecho encontró la cabeza de Valencia y el balón se fue elevado cuando los fanáticos estudiantiles se paraban de sus asientos, en los 22′. Sesenta segundos después, José Pedro Fuenzalida intentaba tibiamente desde fuera del área. Tampoco se trataba de una señal demasiado evidente de mejoría, pero al menos daba pie para que los seguidores estudiantiles se ilusionaran con empezar a revertir las amarguras de una temporada que ha estado muy por debajo de las expectativas y que ha puesto al técnico Cristian Paulucci en la primera línea de los cuestionamientos que, a la luz de lo que estaba pasando en el campo de juego a esas alturas, ciertamente, no cesaban.
El zurdazo bendito de Marcelino fue una luz que se fue apagando. Hasta que apareció una mano. Divina si se quiere. Y en plena área peruana. Zampedri no falló. Ya había sido mucho.
Original de La Tercera
Foto: Getty Images
@EstudioEstadio